domingo, 6 de mayo de 2007

viernes, 4 de mayo de 2007

Un pésimo bebedor de café (que va a la deriva)...Héctor E. Robledo

Un pésimo bebedor de café (que va a la deriva)

Lo siguiente fueron pensamientos que aparecieron mientras iba a la deriva, yendo recto por toda la calle Felip II, que cruzando Aragó se convierte en Bac de Roda, hasta llegar a la playa de la Mar Bella, en Barcelona.


A las ciudades se las conoce, como a las personas, en el andar.
Robert Musil. El hombre sin atributos.


De verdad admiro a quienes pueden tormarse quince minutos que llegan a convertirse en treinta, entre clases y horas de trabajo, para beber un café. En primer lugar admiro el hecho de que su café pueda durar tanto tiempo. En treinta minutos yo podría beberme cuatro cafés, y eso que ni me gusta.


Soy un bebedor compulsivo, un comedor compulsivo, un caminador compulsivo. Nada me parece más insoportable que un semáforo peatonal en rojo. Lo observo y mi corazón acelera el latido concentrando un anhelo desesperado por despegar a toda velocidad. Todo el tiempo tengo prisa y es rara la vez que tenga una cita tan importante que requiera tal apuración. Inconcientemente, cuando tengo que llegar a un lugar a una hora determinada, prefiero salir con el tiempo justo para tener pretexto para incluso correr en algunos tramos. Antes, en mis investigaciones cotidianas, había observado esta actitud en los automóviles: esa voracidad para consumir el espacio, esa exasperación al detenerse en el alto, esa bestialidad para arrancar.


Alguna vez, en otra ciudad, fui conductor de automóvil, y di cuenta de cómo el artefacto engulle al individuo; hace que uno se olvide que alguna vez fue peatón y se sienta superior a éstos. Lo más trágico es que hoy que vuelvo a ser caminante sigo pensando como coche, y no sólo cuando ando por las calles. Ir a charlar a un bar, con unas cervezas que estas sí que me gustan, me supone un problema, de inicio, económico. Si la conversación es buena y se alarga tendré que haber consumido tantas cervezas como giros de la charla, a expensas de que me alcance el dinero y de poder articular palabra.


Con el desayuno es la misma voracidad, dado que intento a la vez que me preparo un sándwich, contestar un e-mail, escribir unas notas, leer un artículo, buscar una palabra en el diccionario on-line, descargar canciones, consultar el calendario, beber yogurt y engrapar unas hojas, mientras pienso en cómo hacer una deriva urbana. El resultado es que ya se me hace tarde para preparar la comida, que olvide que por alguna razón tenía que salir a la calle y leer el periódico.


Hoy por mucho que apresuré el paso perdí el autobús, por tanto perdí una clase en la universidad, donde al llegar me vi sorprendido por una calcomanía en la ventana que decía en lengua catalana “no vayas de prisa, detente y piensa”. Decidí entonces aprovechar para relajarme y me fui con un compañero a tomar café. Traté de hacer conciencia de mi condición de pésimo bebedor de café y beber despacio, con calma, al compás de la conversación. Aparentemente logré el objetivo, salvo que al mirar el platito donde había estado el pan dulce con que acompañé el café, había un desastre de boronas alrededor, encima de mi ropa, por todas partes. Creo que ése es un poco la forma de vida urbana.


La prisa es una manera de abordar la incertidumbre: negándola, fingiendo la certeza de llegar. La lentitud es asumir la incertidumbre y disfrutar el trayecto hacia la nada.


Héctor Eduardo Robledo Mejía

Barcelona, abril de 2007.


jueves, 3 de mayo de 2007

ESCUELA DE BARCELONA PSICOLOGIA SOCIAL CRITICA


En esta ocasion podemos mirar a la ciudad de Barcelona a través de diferentes derivas que construyen discursos sobre la misma, al construirlos damos a la ciudad la pluralidad de constituirse, como algo que es posible de leer y de modificar, aqui hay diferentes miradas, diferente propuestas todas sobre una misma cuidad Barcelona. Te invitamos a descubrirlas y dar tu opinion sobre ellas y a crear tus propias lecturas...